martes, 28 de noviembre de 2017

Retratado






Retratado

El caso que hoy vengo a contar es uno más entre tantos robos- o misterios- de obras de arte.
¿Quién no conoce la Gioconda de Da Vinci? Efectivamente, la mujer con cara pálida cuya sonrisa es mundialmente conocido. Much@s ya sabréis que está colgado en una pared verde del Louvre parisino, y por supuesto, que su valor es incalculable. Pues bien, hay alguno que desconoce su valor, y que se la ha llevado a casa así, por la patilla.

Un frío día de invierno de 1911, Vincenzo Peruggia, un ciudadano más de la ciudad (aunque su origen es italiano, su nombre lo delata) se adentró hacia las 23:00 en el museo. Era día festivo, e ideó un plan de lo más "guay" para hacer aquella jornada. Su objetivo no era otro que hurtar una de las obras más características del renacimiento italiano; ¡y vaya si lo consiguió! 2 años estuvo la obra sin aparecer por las cuatro paredes del museo francés. El caco metió el lienzo bajo su tabardo y huyó como si nada hubiera pasado. Cuentan que aquel mismo día se tomó un bocadillo de queso suizo cerca de la galería. Ahora bien, ¿Vosotros qué haríais con un cuadro de estas características?¿Utilizarlo para hacer una fogata?¿Ponerlo en vuestro txoko?

Yo, sinceramente, lo pondría en alguna habitación de mi domicilio. No es que sea el estilo que más me gusta, pero a nadie le importaría tener un símbolo mediático y cultural en la pared de la cocina.
Se ve que a nuestro amigo Vicentín tampoco le gustaba el cuadro, porque el motivo por el que le pillaron es bastante ridículo. Una mañana de 1913, en Florencia (comarca, no ciudad, que vio nacer al artista) el gerente del anticuario más famoso de la ciudad pudo palpar la pintura en cuestión. Sí, Vincenzo Peruggia intentó vender la Monalisa, pero no coló.
El tendero pensó que era una copia, y al verificar que era la original, llamó a la policía para que detuvieran al ladrón y devolvieran la obra a su hogar, como si de Turrón el Almendro se tratase.


Eso sí, ahí no quedó la cosa. Mejor dicho, este italiano no fue el único sospechoso de haber mangado la Gioconda. Un poeta llamado Apollinaire fue arrestado y condenado a dos meses de prisión por haber sustraído dicho cuadro. No os preocupéis, no estuvo más que una semana entre rejas. Muy cerca se quedó de ir a chirona el autor del Guernica, Pablo Picasso, a quien todo el mundo consideraba haber sido cómplice de la maniobra.
Afortunadamente, con el tiempo se desmintió la relación del malagueño con aquella acción, una anécdota que recuerda mucho a un capítulo de Sherlock Holmes. Sólo hay una diferencia, que aquí no había un Watson elemental; sino un cacho de emmental.



Mikel Basterretxea

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