Aún recuerdo la primera vez que visité el Museo de Bellas Artes haría un año o dos.
Sería un sábado por la tarde cuando literalmente muertos del aburrimiento decidimos la cuadrilla ir al museo solamente por curiosidad, pues era verano y no teníamos ni idea de que querer hacer para poder combatir el calor, por tanto, haciendo uso de la excusa del aire acondicionado acudimos al complejo artístico.
Accedimos de manera gratuita gracias al plan pensado para menores de edad.
Fuimos atravesando diversas secciones de pintura, alguna que otra me terminó atrayendo, pero ninguna captó tanto mi atención como el cuadro de San Francisco de El Greco, este, fue sin duda, uno de mis favoritos, al cual aproveché para hacer una visita la semana pasada con una amistad, quien, a su vez, me dijo para entrar, sin tenerlo planeado. Básicamente pasamos de lado y surgió la oportunidad.
Muchas veces he oído la frase de: Arte, no lo entiendo, y eso sentí en numerosas ocasiones en mis dos primeras visitas mientras contemplaba cuadro sí y cuadro también, pero aquel, por alguna razón simplemente me cautivó.
No sabría decir la razón, es que fue un momento de lucidez y tal que me quedé embobado por unos siete o diez minutos en frente de este.
Definitivamente una de mis obras favoritas.
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